EN 2011 LA TIERRA ESTUVO AL BORDE DEL TEMIDO INVIERNO NUCLEAR
Los investigadores comparan los eventuales inviernos nucleares a los inviernos volcánicos, como el generado por el “super” volcán Toba en la isla de Sumatra hace 74.000 años al que los humanos pudieron superar. Pero un dato más reciente, del volcán Ilopango en la actual República de El Salvador es muy revelador. Su erupción en el año 536 de nuestra era fue de tal magnitud que no sólo destruyó las principales ciudades de la Cultura Maya y la vida de miles de personas sino que durante dos años las cenizas flotaron a una altura de 25.000 metros impidiendo que los rayos del sol permitieran la energía para iniciar la fotosíntesis, convirtiendo a la Tierra en un lugar helado y oscuro, con sequías extremas, fenómeno que coincidió con una de las tantas expansiones de la peste bubónica que asoló a los pueblos bajo el dominio del Imperio Romano.
En esto contexto recordemos que hace 10 años, en el planeta Tierra, estuvo a punto de iniciarse un invierno nuclear, cuando en la central nuclear Fukushima I de Japón, el viernes 11 de marzo de 2011, un tsunami que siguió a un terremoto provocó la interrupción de los sistemas de energía de la planta, lo que detuvo el proceso normal de fisión de los reactores, mediante el cual los núcleos de los átomos son fraccionados en núcleos más pequeños que produce una extraordinaria generación de energía, lo que a su vez permite mantener en marcha poderosas turbinas para la generación de electricidad en Japón, país que cuenta con más de 40 centrales nucleares similares a Fukushima I. Los equipos de esta planta, propiedad de la nipona Tepco fueron adquiridos a la estadounidense General Electric, y ella cuenta con 6 reactores.
Fukushima I fue instalada cerca de la costa porque eso permite usar las aguas del mar en el proceso de enfriamiento de los equipos, donde los ingenieros habían construido barreras anti-tsunamis de una altura y resistencia como la “lógica” y experiencia aconsejaban, sólo que esta vez la altura del fenómeno supero toda lógica y experiencia. Pero ciertamente la causa de este incidente que estuvo a punto de llevar a muchas formas vivientes en el planeta Tierra a una posible extinción - con la especie humana incluida - se ubica en el lugar, en que por diseño se hallaban los equipos de generación eléctrica de emergencia. Los mismos estaban en los sótanos de la planta y el agua del mar, al superar la barrera los dejó fuera de servicio. Dura lección. Si los colegas japoneses la aprendieron deben a esta altura haber reubicado todos los sistemas de generación de electricidad de emergencia en las partes más alta de las edificaciones.
Afortunadamente, como ocurrió con el reactor nuclear de Chernobil, en Ucrania en el año 1986, la reacción pudo ser controlada, aunque los resultados en vidas y contaminación nunca han cesado de creer. Y el gobierno de Japón hace todo lo posible para poner la información de Fukushima donde menos se revise, en especial ante los Juegos Olímpicos en ciernes.
Los datos de la actualidad son alarmantes, como es de esperarse, porque la contaminación radiactiva se sabe cuando comienza pero no cuando se termina. Dos informes hechos públicos por Greenpaece: “Radiación en Fukushima 2011-2020” y “Desmantelamiento de la central nuclear de Fukushima Daiichi”, revelan entre otras cosas que el 85% del área de terreno inicialmente contaminada, algo más de 840 km2, aún continúa en esa condición y en unos niveles superiores a los valores tolerables para poblaciones no ocupacionalmente expuestas - 1 mSv / año - es decir, los habitantes de los alrededores de la planta, a quienes se les está obligando a retornar a sus hogares correrán el peligro de sufrir de múltiples enfermedades, entre ellas cáncer. A ello se agrega la descarga paulatina de más de 1 millón de toneladas de agua contaminada al océano Pacífico y al reconocimiento, por parte de las autoridades niponas que el desmantelamiento de Fukushima I se llevará más, pero mucho más de 40 años como era el plan inicial.
No es exagerado el título de esta nota. De haber ocurrido una explosión en un reactor se hubiese conducido a la explosión de los otros cinco reactores, de tal manera que la explosión de Fukushima I hubiese sido de tal magnitud que sin duda hubiese causado una reacción en cadena que hiciera explotar a todos los reactores de Japón, desbastando totalmente a ese país, lo que hubiese ocasionado al planeta Tierra lo mismo que le ocasionó el volcán Ilopango en el 536 de nuestra era, con el agravante que los materiales pulvígenos lanzados a la atmósfera llevarían consigo su respectiva carga radiactiva.
La suerte sigue del lado de la humanidad, pese a que el capitalismo hace todo lo posible por arrasar al planeta. Nos corresponde a los pueblos, así como hacen en Japón, levantar las banderas contra tanto “progreso” que el final de la película conspira contra la existencia humana y de toda forma de vida conocida, así como en la imagen que inicia este texto.
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