Autor: Eric Omaña."En conmemoración del I de Mayo de 2022".
INTRODUCCIÓN
Los movimientos que en el pasado se dieron para mejorar sustancialmente las condiciones
y medio ambiente de trabajo no suelen ser divulgadas, no solo en nuestro país sino en el resto del mundo. Ni siquiera en los sindicatos, salvo contadísimas excepciones, independientemente de la ideología
política que sigan se han sistematizado estos temas. Eso pasa en el sector
petrolero, gasífero y petroquímico nacional. Y así como hemos dicho que es
importante estudiar los orígenes de la LOPCYMAT, también es importante estudiar
como esas condiciones de trabajo se fueron desarrollando en la medida que la
lucha sindical de un siglo de explotación petrolera se fue activando.
Nos
interesa hacer esta aproximación a la seguridad y la salud de los trabajadores
y las trabajadoras, porque en definitiva son
los actores que ponen en movimiento a lo que constituyó, constituye y
constituirá por mucho tiempo, la principal fuente de ingresos del país, su
motor económico, el petróleo. Una de las razones para intentar esta
aproximación es la carencia de discusiones sobre el tema de la seguridad y
salud en la vida laboral, política y económica del país, y otra no menos importante,
es el aporte que estas luchas de los colectivos petroleros han conducido a
imponer cuadros jurídicos, normativos y técnicos en beneficio del resto de la
población trabajadora en los últimos años.
EL
TRABAJO.
Comencemos
estableciendo lo que es el trabajo a los efectos de estas notas. Existen
numerosas definiciones de la palabra trabajo. Desde la perspectiva que
pretendemos abordar, relacionada con los efectos positivos y negativos de la
ocasión y el hecho de trabajar de trabajar, solemos traer a la discusión el concepto planteado por el fundador de los estudios de
Medicina del Trabajo en Venezuela, el
Dr. Emigdio Cañizales Guédez, quien sostenía que “el trabajo es la oportunidad de
enfermarse, accidentarse e incluso morir, que los empleadores le dan a los
trabajadores, agravada por la intención del lucro de quien ofrece tal
oportunidad”. Esta forma de pensar de Emigdio está en línea con la tesis de
Bernardino Ramazzini, un brillante médico del siglo XVIII, quien abandonó la
“comodidad” del consultorio clínico para irse a los procesos de producción y
buscar en ellos las causas primarias de los daños a la salud y la vida de quien trabaja por un salario,
llegando a considerar que, si el médico conocía las condiciones de trabajo de
sus pacientes, podría con cierta facilidad saber de qué se enfermaban.
Esa intención de lucro, Emigdio la conceptualiza así: “Tu
te enfermas o te mueres por tu trabajo, yo gano dinero por tu trabajo” como la verdadera relación entre el empleador y el trabajador. Mayor lógica de la explotación del
ser humano no deja lugar a dudas que el capitalismo es una forma de producción
de bienes y servicios capaz de acabar con los trabajadores
y las trabajadoras, que son la mayoría de la población, en beneficio de otras
personas, que son la minoría. Pero no es solo en el
sector privado que esto ocurre así. En la empresa pública, los empleadores
quizás no se enriquecerán por el trabajo de sus empleados, pero sin duda su
carrera política depende de ese trabajo, emulando a Cañizales pudieras hablar de lucro político.
El
concepto de Cañizales no nos es ajeno, viniendo del primer venezolano que hizo
el postgrado de Medicina del Trabajo en Londres, enviado por la Shell a
principios de los años 50 del siglo XX, y quien, al arribar a Venezuela, fue inmediatamente
despedido cuando la compañía petrolera descubrió su militancia comunista. Una
opinión similar a la Cañizales, expresada con la misma crudeza e igual
profundidad, hemos escuchado al médico
brasileño René Méndes, quien milita en las filas del cristianismo evangélico.
A
la dramática definición de Cañizales agregamos que tal oportunidad, la de
resultar afectado o afectada en el proceso productivo, se presenta cuando las condiciones de trabajo no son
adecuadamente controladas por quienes están al frente de las empresas, ya sean
los propietarios y propietarias directamente, o a través de sus representantes,
que van desde la presidencia y la gerencia general hasta los niveles más bajos
del sistema de supervisión.
Cañizales,
en el marco de sus conferencias magistrales dictadas a sus alumnos y alumnas de
la Cátedra de Medicina del Trabajo en la Facultad de Medicina de la Universidad
Central de Venezuela, rescató el
concepto de “homicidio industrial” para aplicarlo a los accidentes fatales, que
son imputados por los sistemas tradicionales de investigación de accidentes a
la “acción insegura” de la persona fallecida y
no a las condiciones de trabajo ni mucho menos a la forma como se
organiza el trabajo. Es de recordar que las condiciones de trabajos sólo pueden
ser cambiadas por los empleadores y empleadoras.
Evidentemente
Cañizales estaba fuertemente influenciado por el texto de Federico Engeles “La
situación de la clase obrera en Inglaterra”; influencia que supo transmitir a
quienes formamos parte de los círculos de profesionales que se acercaron
durante los años setenta a compartir las luchas del movimiento obrero por
mejores condiciones de trabajo. Tal influencia lo llevó a plasmar en la
LOPCYMAT el articulado que tiene que ver con la responsabilidad subjetiva,
sacando de la esfera del Código Penal la figura que imperaba de homicidio
doloso, y que librara al empleador de ir a la cárcel por violar las normativas de seguridad e higiene en el trabajo. Lo interesante es que la burocracia se las ha arreglado para que tal cosa siga sucediendo y la impunidad por estos tipos de delitos sea casi del 100% de los casos.
En
mi caso, tras más de cuatro décadas investigando accidentes y condiciones
peligrosas para la vida y la salud en el trabajo en Venezuela, que van desde la
contaminación mercurial en Morón, pasando por la tragedia de Tacoa, el mayor
accidente industrial que hemos tenido en el país, hasta casos como el que llevó
a la cárcel al único empleador por aplicación de la Ley Orgánica de Prevención,
Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (LOPCYMAT), nos permiten corroborar la
tesis de Cañizales, es decir, la base de todo accidente fatal está integrada
por: la forma como la empresa se
organiza, las condiciones materiales de
trabajo que se ofrecieron a la víctima, como máquinas, herramientas,
instalaciones y materiales, la
tecnología que empleó la víctima y en las relaciones inter-personales del
proceso de producción; componentes que como expresamos, arriba sólo pueden ser
modificados por los dueños y los administradores de las empresas.
Lo
que más se reporta, tras la investigación tradicional de casi todos los
accidentes fatales, es que la causa raíz del accidente está en la actuación del
propio muerto; fue la víctima, quien dejó
de hacer algo o hizo demasiado, con la herramienta inadecuada, con el
método incorrecto. Ese ha sido el paradigma dominante. Hemos asistido a
familiares de trabajadores fallecidos en accidentes de trabajo, en juicios por
indemnizaciones y de carácter penal, en los cuales vemos que el primer
argumento de los abogados de la empresa es que la víctima actuó por cuenta
propia, violó una norma, en fin hizo algo de lo cual la empresa no estaba al
tanto.
Y
eso explica la concepción que el ex-presidente Caldera plasmara en la Ley del
Trabajo de 1936: el accidente como “infortunio”, es decir, como el resultado de
la casualidad, de la mala suerte del accidentado, concepción que mantuvo en la
Ley Orgánica del Trabajo del 1992, de cuya reforma fue el líder como Presidente
de la República. Esa aberrante concepción desapareció con la Ley Orgánica del
Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras promulgada por el Presidente Hugo
Chávez, en 2012, pero pese a los cambios
ocurridos en el Ministerio del Trabajo en los años recientes, aún la
investigación, cuando ocurre, se queda en lo circunstancial y no suele llegar
al fondo del problema, a las verdades raíces. Han sido muy pocos los
empleadores y empleadoras encausados en una acción litigante por las fatalidades
de los que presumiblemente son responsables.
Cuando
estudiamos las formas cómo el trabajo modifica las condiciones materiales e
intelectuales de los trabajadores, entre
ellas las condiciones de salud, recordamos
la obra del investigador ecuatoriano
Oscar Betancourt, quien considera
que la vida laboral es una sucesión de
procesos productivos, unos peligrosos y otros saludables. Los primeros podrán
manifestarse como un daño, dependiendo de la susceptibilidad de la persona y la
magnitud del evento, mientras los segundos contribuyen a la realización del ser
humano, tanto física como intelectualmente.
Partiendo
de la óptica de Cañizales y Betancourt, se puede inferir que en el trabajo se
dan unas relaciones que permiten la existencia de procesos peligrosos, y que la
dirección de la empresa, expresión directa de sus propietarios, es también la
responsable directa de las consecuencias de la exposición a tales procesos, ya
que sólo la dirección tiene los recursos
y la obligación legal y moral controlar tales procesos.
A
la luz de lo anterior nos preguntamos ¿qué ha sucedido con todo esto de la
seguridad y salud de la población trabajadora en Venezuela, y en especial
dentro de la industria petrolera? ¿Cuál ha sido la respuesta de los
trabajadores ante las situaciones de insalubridad e inseguridad? ¿Qué
coyunturas han potenciado estas respuestas? Intentar abordar algunas respuestas
a estas cuestiones, desde las
reflexiones personales del autor, son el propósito de las siguientes notas.
LOS
TRABAJADORES PETROLEROS Y SUS LUCHAS POR LA SST
La
presencia del petróleo en nuestro país se empieza a mencionar desde la llegada
de los conquistadores españoles, quienes observaron cómo los aborígenes usaban
una sustancia a la que llamaban “mene” para calafetear sus canoas y curiaras,
para alumbrarse y sobre todo para usos medicinales.
Los
datos del reventón del Pozo Barrosos Nº 2 en 1922, en Cabimas, que permiten que Venezuela ingrese en el club
de naciones productoras de petróleo, se quedan siempre en la cantidad de 100
mil barriles lanzados sin control durante 9 días, pero pocas veces nos dejan
pensar en el accidente que debió haber ocurrido, que seguramente no causó
lesiones personales, al menos ninguna data al respecto se registra en ninguna
de las historias sobre este hecho, aunque algunas publicaciones mencionan como
la estructura fue lanzada por los aires
a varias docenas de metros de distancia. Lo que sí se sabe, fue que el derrame
de crudo al lago fue de tal magnitud, que cubrió la superficie del Lago, entre
Cabimas y Maracaibo. Así se inició la producción de crudos en Venezuela,
contaminado al Lago, con un accidente
aparentemente sin víctimas fatales ni heridos.
Es
importante destacar en este punto que nuestro país no tuvo, hasta el inicio de
la explotación petrolera una clase obrera como tal, salvo unos sectores
laborales dispersos que desarrollaron aguerridas luchas sindicales por sus condiciones materiales de vida y de trabajo, tales como
los empleados del telégrafo, del tranvía, del ferrocarril y los tipógrafos,
pero si contaba Venezuela con un
campesinado empobrecido, que poco a poco se volcó hacia el estado Zulia
en los primeros años del boom petrolero, atraído por las fuentes de trabajo que
se abrían con las petroleras que estaban llegando al país, y más tarde a los
cordones de miseria de las ciudades.
Sin
embargo, las condiciones de trabajo que ofertaban las compañías petroleras no
podían ser más paupérrimas, las cuales a su vez generaban unas condiciones de
vida igualmente paupérrimas. Esto,
unido a la acción de sectores politizados, condujeron a que en 1925
tuviera lugar en Venezuela la primera huelga petrolera, la primera vez, que por
manifestaciones de la naciente clase trabajadora petrolera, la producción
fue suspendida, por primera vez, en forma organizada. Los hechos en ese
primer conflicto se desarrollaron en la Costa Oriental del Lago.
Los
nacientes colectivos de trabajadores del estado Zulia reclamaron en esa
oportunidad, además del clásico aumento salarial, mejores condiciones de
trabajo, entre ellas el adecuado suministro de agua, facilidades sanitarias
(comedor y baños), lugares apropiados para protegerse del inclemente sol
occidental, y sobre todo, casa de habitación digna y un trato decente de parte
del extranjero.
La
población de Mene Grande fue el sitio desde el cual se expandió la huelga de 1925 a todo el
Estado Zulia. Uno de los reclamos de los trabajadores tenía que ver con el
salario, porque un obrero traído del norte ganaba 15 veces lo de un obrero
venezolano haciendo las mismas tareas. En una entrevista realizada al dirigente
obrero Manuel Taborda, en el documental “Habla un Obrero Petrolero” (https://www.youtube.com/watch?v=dbcQxl7SMYI), nos da cuenta de esta lucha, de la cual fue
uno de sus organizadores. También jugó un rol importante, un fogoso agitador, Luis Malavé, quien sin
duda en el 1925 fue un revolucionario, antes que el paso de los años y los
billetes del explotador, lo convirtieran en un magnate del movimiento obrero
socialdemócrata. Esa huelga petrolera de 1925 debe considerarse como la primera
acción por obtener de las compañías petroleras mejores condiciones y de vida en
el trabajo.
Cercanos
al centenario de aquellas acciones, dirigidas a conquistar condiciones básicas
de saneamiento, trato humano y reconocimiento social, elementos necesarios para
el desempeño digno del ser humano, llama
la atención que los trabajadores y trabajadoras de numerosas empresas
contratistas y sub-contratistas, constructoras de instalaciones petroleras,
deben continuar realizando paros y otras
acciones sindicales porque no les llega el agua fría, no les limpian y
acondicionan las facilidades sanitarias y no
les proporcionan ambientes adecuados para protegerse de las adversidades
meteorológicas. Además, porque entre
otras bajezas se ven obligados a tomar
sus alimentos en unos trailers expuestos al inclemente sol, al polvo de las construcciones
y en unas sillas y mesas que no son apropiadas para el simple, pero venerado
acto de comer.
Volviendo
a los inicios de la explotación petrolera, debemos mencionar que para los años
veinte del siglo pasado, nuestro país no contaba con una ley del trabajo. La
respuesta del Estado a las continuas manifestaciones obreros de aquel momento
fue precisamente promulgar la Ley del Trabajo de 1928. Pero las leyes por sí
solas no resuelven las carencias de los trabajadores, así que esas sentidas
necesidades continuaron en el tiempo. Por su parte, el trabajo organizativo y
agitativo continuó, siendo Rodolfo Quintero, otro importante militante
comunista, un personaje a estudiar, una de las personas quien muy hábilmente,
ante la prohibición de crear sindicatos, constituye una mutual, especie de
cooperativa de consumo, que aportó mucho en lo que se refiere a la educación y
organización de los trabajadores petroleros de aquella época.
La
dictadura de Juan Vicente Gómez terminó nominalmente con su muerte el 17 de
diciembre de 1935, pero lo cierto es que el gomecismo tardó algún tiempo en ser
desplazado del poder. Es indudable el papel que la naciente clase obrera
petrolera jugó en esa dirección, porque aunque no estaba organizada en
sindicatos, había desarrollado formas organizativas y experiencias de lucha que
así lo permitieron. La mano de hierro de Juan Vicente Gómez había impedido la
formación de no solo de sindicatos, sino de partidos políticos, incluso de
aquellos partidos de derecha, que representasen a los explotadores.
Por
eso, a la muerte de Gómez no estuvo clara la sucesión en el poder. Tampoco se
desarrollaron partidos populares. Pero lo cierto es que en gran parte de
Venezuela, el pueblo, en ocasiones armado, ocupó el espacio vacío que se estaba
generando con la muerte del dictador.
Los trabajadores petroleros dieron su aporte. En Cabimas la presión del pueblo
en las calles fue salvajemente reprimida
y tras la muerte de 34 trabajadores petroleros, el represente del gobierno
huyó.
En
Caracas, los otrora avanzados de bachilleres de los sucesos de la Semana del
Estudiante de 1928 contenían al pueblo, el cual no sólo saqueaba las
propiedades de los gomecistas, sino que impedía la instalación del congreso,
porque se presumía que no habría cambio verdadero con la decisión que el
parlamento gomecista, iba a tomar. Finalmente, esos integrantes de la llamada
generación del 28 convencieron a ese pueblo aguerrido de la capital para que
dejara sesionar a esos parlamentarios.
Así,
un nuevo presidente fue ungido por aquello del hilo constitucional: Isaías
López Contreras. Los análisis apuntan que la ausencia de un partido popular
impidió un mayor avance social para esa Venezuela que apenas despertaba como
nación.
Para
1936 la explotación petrolera se había extendido hasta el oriente venezolano.
Las compañías de origen estadounidense y anglo-holandesas habían instalado y
arreciado un sistema de producción casi esclavista que daba muy pocas
posibilidades de desarrollo humano al trabajador venezolano. Paralelamente a
ello se habían incrementado la actividad política y agitativa de factores revolucionarios,
entre ellos los comunistas, tanto los venezolanos como aquellos venidos en
calidad de trabajadores especializados con las compañías extranjeras.
A
la muerte de Juan Vicente Gómez se dan
una serie de factores coyunturales causantes de lo que se puede reconocer como
la primera huelga de carácter Anti-imperialista en Venezuela, ocurrida a
finales de 1936, que contaba entre sus causas inmediatas, a las malas condiciones de trabajo que ofrecían
las empresas extranjeras al personal nacional, al abuso de la dignidad humana, que incluía el despido de los trabajadores accidentados y
a la falta de reconocimiento social de las nacientes organizaciones sindicales por parte de las compañías extranjeras.
Entre
dichos factores vale mencionar dos huelgas nacionales ocurridas antes de la
huelga petrolera del 36, una en febrero del mismo año, que se planteaba la
expulsión de los gomecistas de toda la estructura administrativa del Estado y
que concluyó con la promulgación de la Ley del Trabajo (primera ley Caldera de
1936) y la creación de un incipiente Seguro Social. La segunda huelga fue
contra la Ley Lara (llamada así por su creador). Es indudable que ambos
acontecimientos permitieron un crecimiento a pasos agigantados de la conciencia
de clase y el poder de la organización de los trabajadores en general, y de los
petroleros en particular.
Otro
factor, de mayor importancia, fue el llamado de los gremios a celebrar el
Primer Congreso de los Trabajadores de Venezuela, que se inició el 6 de
diciembre, tres días antes de empezar la huelga que duraría 45 días. Este
congreso concluyó creando la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV)
de su primera etapa, de su etapa revolucionaria, organización que dedicó todo
su esfuerzo solidario a apoyar la acción de sus hermanos petroleros. Tiempo
después, la dirigencia del partido
Acción Democrática (AD) utilizó las restricciones dejadas por el gomecismo para
expulsar a los comunistas de la CTV, y años más tarde en gobiernos de la IV
República, los adecos hicieron uso del
agavillamiento para asaltar los sindicatos comunistas y desaparecer a algunos
de sus dirigentes. Era la lucha interna entre facciones del movimiento obrero
por hacerse con la dirección hegemónica del mismo.
La
huelga petrolera de 1936 es concebida por los historiadores como una demostración nacional de unidad
contra las potencias extranjeras, que tuvo su detonante en las demandas obreras
por mejores condiciones de vida y de trabajo. Además sirvió para desenmascarar
el carácter de agente del imperialismo del gobierno de López Contreras y del
lacayismo que imperaba en las autoridades de la naciente Oficina Nacional del
Trabajo, dirigida por Rafael Caldera, ente que luego fue transformado el
Ministerio del Trabajo -lo que explica
la cultura dominante en cuanto a los accidentes que ha prevalecido con el tiempo
en esa instancia gubernamental-.
La
huelga finalizó, luego de una cruenta represión de los trabajadores por parte
de las autoridades civiles y militares, con un Laudo de Reanudación de Faena,
el primero de su tipo en aparecer en la legislación laboral venezolana. Este
laudo, entre otras cosas, resolvió que las compañías debían dotar de agua fría
a los trabajadores, dar un bolívar de aumento para los trabajadores que ganaban
6, 7 y 8 bolívares diarios, y mejorar los comisariatos.
Las
principales peticiones de los trabajadores no variaban mucho de las exigencias
que dieron lugar a la huelga de 1925, la búsqueda del trato justo era una de
ellas. Así, se solicitaba que a igual
trabajo correspondiera igual remuneración, en referencia a los trabajadores con
mayor calificación; por ejemplo, un encuellador
criollo ganaba 16 bolívares, mientras que un encuellador extranjero 32,60
bolívares, es decir 100% más. Por supuesto, sobre esta situación
discriminatoria no se pronunciaba el Laudo de Reanudación de Faena.
Tampoco
se pronunció el Laudo sobre la situación de la vivienda en los campamentos, la
cual era tan terrible que el primer Inspector del Trabajo del Estado Zulia,
figura creada gracias a la recién promulgada Ley del Trabajo, el Dr. Carlos
Ramírez MacGregor, tras visitar las casuchas de latas donde se apiñaban cientos
de obreros expresó la “necesidad del aumento salarial de 1 bolívar” ante la
vejatoria e inhuma forma de vida y habitación que debían compartir los
trabajadores nacionales de las compañías extranjeras.
La
huelga del 1936 se ha perdido en el tiempo. En sus cincuenta años, en 1986
conmemoramos con una Jornada Anti-imperialista en Cabimas, la histórica sede
del movimiento, un Congresillo Cultural,
que intentaba dar continuidad a un evento similar desarrollado unos cuantos
años antes. En aquella oportunidad
numerosas personas, quizás hoy desaparecidas físicamente, dieron sus
testimonios y algunos sectores sindicales, incluso algunos que lamentablemente
desertaron a defender a los enemigos históricos de la clase obrera,
participaron en ese congresillo porque reconocían la importancia de saber que
somos, a partir de saber quiénes fuimos, para poder construir lo que seremos.
Si la clase trabajadora no tiene conciencia de donde viene, no podrá atinar
adecuadamente para donde va, si aceptamos la tesis que es la clase llamada a transformar la sociedad y el Estado.
Lo
cierto es que después de 1986 ninguna fuerza política, ni sindical, ha
intentado recordar aquellos acontecimientos que marcan nuestra venezolanidad
luchadora, nacionalista y trabajadora. En
diciembre de 2006, a 70 años de aquel acontecimiento, y con un gobierno
marcadamente Anti-imperialista, las fuerzas que propugnan el cambio tuvieron un
tímido acercamiento a tan importante fecha, es decir, un sencillo acto sin
repercusión ni siquiera al interior de la Nueva PDVSA que se hacía llamar “Socialista”,
en definitiva, no fuimos capaces de rescatar,
con el debido fervor y patriotismo, la memoria de los setenta años de la
huelga y recordar, como se lo merecen, a aquellos hombres y mujeres que
dirigieron la gesta histórica de 1936.
Los
trabajadores de la seguridad y la salud, a quienes nos compete ser el brazo de
acción de la prevención de accidentes y enfermedades profesionales, no dejamos
de recordar estos hechos. En primer lugar, por el carácter Anti-imperialista
que los marcaron, y en segundo lugar, porque los mismos se iniciaron en las
exigencias de las cosas más sencillas y vitales como el agua, el baño, la
sombra, la vivienda del campamento, que al no ser satisfechas por las compañías
extranjeras condujeron y acrecentaron al reclamo por un trato justo, un salario
justo. Por ello consideramos que la lucha por la salud y seguridad de los
trabajadores y trabajadoras es la lucha por la vida, es la lucha por la nación,
es la lucha por las generaciones futuras.
Lo
primero que podemos observar es que el movimiento de 1936 fue una acción
nacional, opuesta al poder hegemónico del imperialismo, que abarcó a todo el
país, a todos los trabajadores y a todas las clases sociales, fue entonces una
huelga Anti-imperialista nacional. En 1936 los trabajadores en huelga
simplemente no ingresaron a las instalaciones petroleras, sin intentar la
destrucción de sus fuentes de trabajo, como son las huelgas proletarias,
tomando una acción valiente de permanecer en la entrada de esas instalaciones,
y organizados en piquetes con una dirección clandestina que llevaba el pulso de
los acontecimientos, situaciones que si se observaron en el año 2002, cuando
una dirección meritócrata de PDVSA, intentó no el control de la empresa, sino
conducir al país a un enfrentamiento innecesario con un sabotaje a las mismas instalaciones que debían cuidar.
La
huelga petrolera de 1936 fue un fracaso porque solo conquistó el
compromiso de las petroleras, pero este el fracaso no fue sino una faceta más
de la diaria y permanente lucha del trabajo contra el capital. Fue parte del proceso de aprendizaje para
organizarse mejor.
Pasado
los años, cuando la empresa se vio estremecida por un paro sabotaje
extraordinario dirigido por sus más ilustrados profesionales, gente con
postgrados en las mejores universidades del mundo occidental, ocurrió que los
trabajadores petroleros, herederos de las luchas de 1925 y 1936, también
realizaron algo extraordinario, tomaron el control de la empresa, entre
diciembre de 2002 y enero de 2003 el único plan de contingencia que funcionó
fue el de los trabajadores, que permitió el rescate de la producción de
petróleo que llegó a caer en 10 mil barriles diarios hasta reponerse en mas de un millón de barriles diarios, de poner a funcionar todas las refinerías,
que permitió disponer muy pronto de gasolina nacional, destacándose que en
PDVSA no hubo ninguna fatalidad durante ese proceso de rescate. Es decir, durante casi tres meses, las
operaciones se hicieron con tal nivel de cuidado y ajustadas a las normas, que
ningún accidente fatal se presentó, y fue precisamente en ese tiempo cuando la
empresa estuvo en manos de los trabajadores. Esta es sin duda alguna una de las
banderas que deberían levantar quienes vienen hablando de control obrero en la
producción.
Todo
esto es para reflexionar y comparar con otros acontecimientos de la clase
trabajadora alrededor del mundo y a través de la historia. Por ejemplo, durante la Comuna de París, aquel glorioso
acontecimiento de la clase obrera francesa del siglo XIX, donde los obreros
fueron gobierno por primera vez en la historia, en este caso del gobierno
parisino, los trabajadores decidían que cosas hacer y qué cosas no hacer.
Así, decidieron suspender las
operaciones y los trabajos peligrosos, el trabajo nocturno, el trabajo los
fines de semana y las infatigables jornadas de más de ocho horas de duración.
Algo de esto hubo durante la lucha contra ese paro-sabotaje, período que
algunos llaman eufemísticamente la “contingencia”. Para la historia reciente, es de recordar cuando desde sectores pro-gubernamentales se lanzó la tesis del control obrero, sin considerar que la experiencia de diciembre de 2002 a febrero de 2003 marcó un hito de gran
importancia que debe ser estudiado, para sistematizar esas experiencias. Hoy nadie habla de ese "control obrero".
Ahora bien, quienes continúen olvidando la importancia de las disciplinas de
la prevención de los peligros del trabajo, se mantendrán del lado opuesto al
desarrollo de la historia. Y es que de alguna manera, todo este proceso de
búsqueda de respeto a la dignidad nacional ante la voracidad del capital
internacional, se inició por allá, en la Costa Oriental de El Lago de
Maracaibo, en unas casuchas de lata donde se apiñaban los hombres que hicieron
de Venezuela el primer productor de petróleo del mundo, por un tiempo
determinado.
REFERENCIAS
Este
ensayo quedaría realmente inconcluso si no aportamos referencias para que
interesados en el tema ahonden en el mismo. Consideramos que el texto de
Federico Engels “La Situación de la Clase Obrera Inglaterra” (disponible en
internet) es de suma importancia para comprender el concepto de homicidio
industrial. Y sobre nuestras luchas proletarias, por lo menos hasta finales de
los años sesenta del siglo pasado (porque no se ha sistematizado la experiencia
relacionada con la LOPCYMAT, que incluye las luchas de los siderúrgicos y los
textileros, entre otros), hay dos textos esenciales, uno de Hemmy Croes, “El
Movimiento Obrero Venezolano” (disponible en internet) y el otro es la tesis
doctoral de Lenín Molina, “Orígenes del Movimiento Obrero Venezolano”,
disponible en la biblioteca de la Facultad de Humanidades de la UCV.
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