
Por
ERIC OMAÑA
INTRODUCCIÓN
Este es un tema álgido, que no tiene la intención de dar los
elementos para que la gente se vuelva vegetariana, pero si de traer a la
discusión las cosas que explicitan ese horroroso título de este breve ensayo,
que muchas personas quizás desconozcan, o de lo poco que han oído lo dejan
pasar mirando para otro lado, pero desde que la industria de la carne se
estableció, hasta nuestros días, ella está intrínsecamente asociada a la muerte
de animales por razones obvias y a la muerte de trabajadores sin más razón que
las leyes del capital, pero lo peor, situaciones como su aporte al
calentamiento global, la destrucción de los suelos e incluso una eventual
extinción masiva de la vida en el planeta Tierra, deben ser analizadas.
LOS ORÍGENES
Los seres humanos siempre consumieron carne, al punto que nuestro
filósofo siempre citado, Federico Engels (1876) indicaba que el consumo de
carne, primero cruda y luego cocinada al fuego, en la medida que nuestros
ancestros primarios dominaron la candela, llevó una serie de proteínas y
aminoácidos a sus cuerpos, que facilitaron la conformación de ese poderoso
órgano llamado cerebro, el cual nos ha diferenciado, y vaya de qué modo, de las
demás especies animales. De manera tal que ese es un argumento que favorece el
consumo de carne.
Hasta el siglo XV el consumo de carnes estaba asociado a la
cacería, en el mundo occidental conocido, pero ya en plena época colonial, el
consumo de carnes era sólo un privilegio de los integrantes de las cortes de
reyes y emperadores, los hombres y mujeres libres sólo consumían cereales,
verduras y las consabidas hortalizas, carne, sólo producto de la cacería,
mientras que, a las personas esclavizadas, solo les correspondían comidas
líquidas hechas a partir de maíz y plátanos, en el caso americano.
Pero la situación va a cambiar con la usurpación por parte del
Reino de Inglaterra, del territorio que actualmente ocupa Estados Unidos
(EE.UU.), donde sus colonos, primero acabaron con las grandes manadas de
búfalos, que eran la fuente de alimentación, vestimenta y cultura de los
pueblos ancestrales de Norteamérica, para obligar a esos pueblos a abandonar las tierras de
sus antepasados, y luego esos colonos vieron incrementarse de manera asombrosa
sus rebaños, y esto era así porque pastaban en unas tierras que por mucho
tiempo habían sido ocupadas por el búfalo.
Una cosa llevó a la otra. El exceso de carne condujo a su
comercialización a las llamadas entonces Indias Occidentales, estamos hablando
de las Antillas “Británicas” (Anguila,
Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Bermudas, Dominica, Granada,
Guyana, Jamaica), las Antillas “Francesas” (Haití, Martinica, San Bartolomé y
Guadalupe), Antillas “Neerlandesas (Aruba, Curazao y Bonaire). En aquella época
era el negocio de animales en pie, faltaban poco para que se iniciara la gran
matanza.
LA REVOLUCIÓN
INDUSTRIAL Y LA INDUSTRIA DE LA CARNE
El proceso que se inició a finales de la Edad Media en el mundo
occidental conocido, mediante el cual los hombres “libres” o siervos de la
gleba, fueron despojados por la fuerza de las armas de sus medios de producción
(tierras, arados) y hasta de sus tecnologías por la fuerza de las religiones
(Quema de Brujas por la Inquisición, dado que el conocimiento estaba en la
cabeza de las mujeres, como apunta en 2004, Silvia Federici) encaminó a cientos
de miles de personas hacia los nacientes polos industriales, donde se
constituyeron lo que los marxistas llaman “el ejército industrial de reserva”.
Las industrias de todo tipo florecían a costa de las vidas humanas, pero a esas
bocas había que alimentarlas.
De las tierras de donde fueron desplazados los ahora trabajadores
de las industrias, procedían los animales para el sacrificio, eso aumentó el
valor de esas tierras, ocupadas primero sólo para producir lana, y con ello el
valor de la carne, ya no era el animal en pie, sino la carne en canal, que es la parte del
cuerpo de un animal sacrificado que queda después de quitar la piel, cabeza,
vísceras, sangre y parte de las extremidades, se estima que eso representa como
el 53% de su peso en pie. La matanza de los animales pasó de ser artesanal, de
individuos aislados a lo que hoy se conoce como mataderos, que aparecieron en
Europa a finales del siglo XIX.
Sin
embargo, la pauta de comercialización de la industria cárnica la marcaron en
EE.UU. en el siglo XIX, cuando abrió la primera planta de envasado a gran escala,
especializada en carne de cerdo, en Cincinnati (Ohio). La ciudad se convirtió
en un centro de producción de esta carne, e incluso llegó a ser apodada
«Porkopolis», según el sitio Zona Viggie (2023). Esas carnes envasadas
contribuyeron a la difusión de bacterias como el Mycobacterium tuberculosis, por lo que las autoridades empezaron a ubicar en las plantas de producción de carnes a funcionarios para que
observaran el estado de los animales antes de ser sacrificados, y separar de la
producción a los que presentaran ciertas condiciones relacionables con la
tuberculosis.
Al
incremento de la producción contribuyeron varios factores, uno era sin duda el
aumento del consumo, ya que las bocas llegaban por millares cada año desde una
Europa desbastada por el hambre y la miseria al suelo estadounidense, gentes
que arribaban a vivir su “sueño americano”, pero lo más resaltante fue el ferrocarril,
que permitía trasladar animales en pie desde muchas partes de EE.UU. hacia un
solo sitio, como Chicago, y desde allí, por vía férrea, colocar
la producción en todo el país. El capitalismo buscaba el desarrollo de su
máxima ganancia con el mínimo de inversión.
Una
novela de principios del siglo XX, del periodista Upton Sinclair (1904) titulada
La Jungla, narra las horripilantes condiciones en que laboraban los
trabajadores de las principales plantas de carnes de Chicago, y también las
indignas condiciones de vida de esas gentes y sus familias, a través de una
familia ficticia, de origen lituano que llegó a EE.UU. con su sueño a cuestas y
al final se despiertan en medio de la real pesadilla. La novela fue presentada
por entregas en el periódico socialista Appeal to Reason (Llamado a la Razón),
cuyo editor Fred Warren encargó a Upton Sinclair desenmascarar las malas
prácticas de la industria cárnica en Chicago. La portada de esa novela encabeza
este artículo.
La
novela La Jungla de Upton Sinclair fue prohibida en los años del macartismo en
EE.UU. (el macartismo fue una acción nacional auspiciada por el senador Jhon
McCarthy contra toda persona de la que se sospechara tuviera ideas "comunistas", caracterizada por la ausencia de un proceso legal justo donde además,
no se consideraron los derechos humanos del acusado), sin embargo, las
experiencias de Sinclair, que hizo su trabajo conviviendo con los trabajadores
e ingresando a las plantas como uno más, ha sido siempre muy importante en el
Movimiento Progresista de EE.UU.
Sinclair
Logró concientizar al público sobre las condiciones insalubres de las plantas
procesadoras de alimentos y el peligro resultante de los alimentos
contaminados. La indignación pública alcanzó tal nivel que en el Congreso de
EE.UU. se aprobó la Ley de Alimentos y Medicamentos Puros (1906) y la Ley de
Inspección de la Carne (1906). Lamentablemente, ninguna ley fue producida para
proteger a los trabajadores de esa industria, que a lo largo de su existencia
han sido expuestos a las peores condiciones y ambientes de trabajo. El libro de Sinclair está disponible en la internet.
Todos
recordamos como en los años de la pandemia de la COVID, las empresas de la
carne obligaron a sus trabajadores, la mayor parte emigrantes, como siempre han sido, a laborar. El sitio Southern Iowa
Mental Health Canter indica que el Sindicato de Trabajadores de Alimentos y Comercio Unidos
(United Food and Commercial Workers Union) de EE.UU. había denunciado que al
menos 22.400 trabajadores de procesamiento cárnico se infectaron o expusieron a
contraer COVID, pero los nuevos estimados se basan en documentos internos de
cinco de las compañías de procesamiento de carnes más grandes de EE.UU.: JBS,
Tyson Foods, Smithfield Foods, Cargill y National Beef que llevan a esa data.
Estuve
haciendo pasantías en NIOSH en 1988 y recuerdo que ese año, la OSHA
(Administración de Salud y Seguridad Ocupacional de EE.UU.) impuso la multa,
para la época más alta, record para entonces, superior a un millón de dólares,
a una empresa beneficiadora de pollos. De tal manera que las condiciones de
explotación de los emigrantes, que son la mayoría de los trabajadores en este
tipo de empresas (recuerden, máxima ganancia, mínima inversión) sigue siendo la
constante.
ADEMÁS DE
BACTERIAS, CONTAMINACIÓN QUÍMICA
Las carnes envasadas, así como los demás alimentos que se
comercializan en envases, desde muy temprano, fueron tratadas con sustancias
químicas, sin precisar previamente cuál podía ser el impacto en los
consumidores. Como escribimos arriba, Upton Sinclair destapó la olla de algo
que ya sabían las autoridades de Estados Unidos, el uso de sustancias químicas
para conservar las carnes. Pero no solo fue la carne, fue la leche a la cual le
agregaron agua para rendirla y poder vender más productos, pero perdía su color
y consistencia, por eso optaron por agregarle desde yeso y tiza, hasta los
sesos machacados de los terneros, y para aumentar el período de conservación,
las empresas de alimentos recurrieron al formaldehído y al bórax, por supuesto,
las empresas aumentaban sus ganancias a costa de la vida de miles de niños.
Un investigador, Harvey Wiley, venía estudiando la presencia de
sustancias químicas en los alimentos de consumo masivo cuando fue designado por
el gobierno del entonces Presidente Theodore
Roosevelt, como Comisionado de la Agencia de Química del Departamento de
Agricultura para regular y controlar los alimentos y medicina, instancia que
después se convirtió en la FDA (Administración de Drogas y Alimentos), y que
nació para combatir el abuso de las empresas alimenticias, que se vio plasmada
en la ley arriba mencionada de 1906, culminaba así un proceso que abarcó un
centenar de proyectos de ley, que durante casi veinticinco años proponían
detener los graves abusos en la venta de alimentos y medicamentos al
consumidor.
Wiley adelantó un proyecto donde se expuso a seres humanos,
voluntariamente (bien pagados, como todas las cosas que hace el capitalismo)
para que, durante un tiempo máximo de 5 años, consumieran solo las comidas
preparados con alimentos envasados, para estudiar los efectos en esos
individuos por un equipo médico que los evaluaban periódicamente, que fueron
llamados el Poison Squad o escuadrón veneno. Ahora bien, no obstante, esta ley
y otras similares, la industria de los alimentos ha mantenido su lema de la
máxima ganancia, avalado en el engaño, como pueden apreciar, a manera de
ejemplo, en el trabajo que presento en este Blog, titulado La Pequeña Mala
Historia del Azucar (Omaña, 2023).
LA AMENAZA
DEL FUTURO INMEDIATO
La industria de la carne moviliza a nivel mundial un equivalente a
10 animales confinados en granjas por cada ser humano, expuestos a todo tipo de maltratos y a
microorganismos de todo tipo. Sacando la cuenta, si somos
algo más de ocho mil millones (8.000.000.000) de seres humanos habitando el
planeta Tierra, entonces hay no menos de ochenta mil millones (80.000.000.000)
de animales. La cosa suena duro por dos razones, espacio para tener a tanto
animal y espacio para producir sus alimentos, lo que explica de por sí, la
depredación que se hace de la selva amazónica en todos nuestros países,
Venezuela incluida, pero principalmente en Brasil.
El aporte de la industria de la carne a la destrucción de los
suelos en las zonas tropicales es en la actualidad del 41% según Rosier y Carbó
(2021), quienes aportan datos más preocupantes, como el estudio de
investigadores de la Universidad de Oxford, que estiman que el 83% de los
suelos cultivables están en manos de la industria de la carne, suelos que son
sometidos al uso intensivo de plaguicidas y fertilizantes luego de haber sido
deforestados, poniéndolos en la vía de su destrucción en tiempo mediatos, pero
en lo inmediato con la pérdida de la biodiversidad tanto animal como vegetal, y con un importante impacto en los cuerpos de agua, pero eso para qué, que por ejemplo, el
77% de la producción de soya sea para consumo de animales y sólo el 7% para el
consumo humano.
Ahora bien, el tema es más amplio. La industria alimentaria contribuyente
de manera sustancial con las emisiones totales de gases de efecto invernadero,
estimado entre el 20 y el 40 % del total de emisiones de estos gases desde
todas las fuentes antropogénicas conocidas, según los autores Rosier y Carbó, (2023). La industria de la
carne se lleva el premio al principal contaminante, teniendo solo la ganadería
un aporte del 12% según la FAO (2023). Y aquí hay un punto neurálgico, porque
el metano producido por los vacunos, en especial los bovinos, representa el
14,5% de las emisiones globales de este gas de efecto invernadero, que es 28
veces más potente que el CO2.
A
todo lo anterior hay que agregar la huella hídrica promedio global, imagínense
que para producir 1 kilogramo de carne de vacuno, se requiere aproximadamente
15.400 litros equivalente, es decir, unos 2.000 litros de agua por cada bisteck
consumido. En los países con un cierto nivel de ingreso, el promedio de la
población consume carne, por lo menos una o dos veces por semana, en los países
donde la gente tiene menos ingresos, el consumo puede estar en el orden de una
vez al mes, hasta en eso, la desigualdad es la reina.
¿QUÉ HACER?
Estamos
ante una gran paradoja, tenemos más comida pero hay más hambre, queremos más
carne, pero a costa de perder los suelos, los cuerpos de agua, la biodiversidad
y contribuir significativamente con la contaminación y destrucción de la fuente
de todo, la Naturaleza, incluidos las personas que trabajan para estas
industrias de la carne, y dar un aporte extremadamente significativo al
calentamiento global y la crisis global planetaria.
Si
con su lectura pudo llegar hasta aquí, diría que, por ahora, y por mucho
tiempo, lo menos que podemos hacer es socializar este tipo de informaciones,
negadas por los grandes medios de comunicación y que son un tabú en las redes
sociales. Pero la respuesta del qué hacer, está en los gobiernos, en los Estados, en los colectivos humanos.
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REFERENCIAS
Bob
Rosier y Sandra Carbó. (19 de julio de 2021). El impacto ambiental de la carne
es innegable. National Geografic España. Disponible en https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/impacto-ambiental-carne-es-innegable_17128#:~:text=Deforestaci%C3%B3n,m%C3%A1s%20p%C3%A9rdida%20anual%20de%20selva.
Casi
59,000 trabajadores cárnicos contrajeron la COVID, y 269 murieron, según un
informe. (Octubre 29, 2021). Southern Iowa
Mental
Health Canter. Disponible en https://simhcottumwa.org/casi-59000-trabajadores-carnicos-contrajeron-la-covid-y-269-murieron-segun-un-informe/
Eric Omaña. (2023). La Pequeña Mala Historia
del Azúcar. Blog Naturaleza y Trabajo.
Disponible en
https://naturaytrabajo.blogspot.com/2023/04/la-pequena-mala-historia-del-azucar.html
Federico
Engels (1876). La Transformación del Mono en Hombre. Libro disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/1876trab.htm
Historia: cómo se
gestó la industria cárnica actual. (12/05/2023). La Zona
Veggie. Disponible en https://lazonaveggie.com/2023/05/12/historia-como-se-gesto-la-industria-carnica-actual/
Organización de Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO). FAO
en República Dominicana. Noticias. Disponible en https://www.fao.org/republica-dominicana/noticias/detail-events/es/c/1675383/
Silvia Federici. (2004). Calibán y la Bruja.
Mujeres, Cuerpo y Acumulación Primitiva. Versión Original en 2004, traducción
al español en 2010, en Traficantes de Sueños. Madrid 2010. Libro disponible en https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Caliban%20y%20la%20bruja-TdS.pdf
Upton
Sinclair (1904). La Jungla. Novela disponible en https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/7972/1/La-jungla.pdf
Excelente verdad de la historia, muchas gracias.
ResponderBorrarGracias por compartir tan excelente Artículo estimado.profesor, ciertamente muchos sectores de la la vida cotidiana están condenado al consumo de la carne sin tomar en cuenta lo que en realidad podemos perder.
ResponderBorrarExcelente prof. Eric, pudiésemos agregar la afectación al suelo el estiercol de los animales de cria (cerdos, pollos, ganado vacuno, bufalino, caprino) y agregarle el uso y disposición del agua utilizada para los baños de deseinfectantes a cada ejemplar.
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